CUANDO PROCLAMARON LA II REPÚBLICA

Un mes después de la proclamación de la segunda república, el 10 de mayo de 1931, se inaugura el Centro Monárquico, asociación que reunía a personalidades, intelectuales y políticos que guardaban afecto a la monarquía.

 

Poco antes, el primero de mayo, se había celebrado una manifestación multitudinaria a favor de la república española, y los ánimos estaban muy exaltados (hasta Maura había pedido que se prohibiese el acto), por lo que la apertura del Centro Monárquico atrajo a una gran multitud que, alentada por un falso rumor del asesinato de un taxista republicano, obligó a las autoridades a clausurarlo:

Al ver que no pueden acceder al interior, la emprenden con los coches de los asistentes al centro, hieriendo a sus ocupantes.

Una vez los ocupantes son rescatados por unidades de la Guardia Civil a caballo, los manifestantes empiezan a quemar los vehículos de los asistentes al mítin monárquico.

Así quedaron los restos de los vehículos.

Ante esa situación, los integrantes del Centro deciden abandonar discretamente el edificio. En esta imagen se puede ver a Leopoldo Matos tratando de pasar entre la multitud de forma desapercibida.

Sin embargo, alguien se percata de su identidad y comienza una persecución. Leopoldo se refugia en un portal, que no logra detener a los perseguidores.

La multitud, al verse incapaz de asaltar el centro, se dirige a la sede del periódico ABC, donde les esperan varias dotaciones de la Guardia Civil.

Se producen violentos altercados, en los cuales resultan muertos dos manifestantes, un niño de 13 años y un portero de una finca cercana. El ministro Miguel Maura pretende que la Guardia Civil retome el control de la ciudad, pero el resto de ministros temen una insurrección y no se toman medidas.

 

A la mañana siguiente la Casa profesa de los Jesuítas de la calle la Flor y la Iglesia anexa que da a la Gran Vía aparecen en llamas. La mutitud, lejos de calmarse, la toma con los edificios religiosos. Los exaltados comienzan arrancando vallas y acumulando madera para prender la residencia de los jesuítas.

Poco después la residencia y la iglesia son pasto de las llamas.

Se puede observar a la multitud observando tranquilamente sin intervenir. Josep Pla lo vivió en primera persona y lo describió para La Veu.

 

"Detrás del rosetón de la iglesia se ve una larga llama, altísima, que se estremece y llega hasta el techo. Afuera, en la Gran Vía, la guardia civil a caballo, mano sobre mano, pasa el rato fumando cigarros a escondidas."

 

"Poco después de haberse iniciado el fuego, se acerca por ambos tramos de la Gran Vía una riada de gente que viene sin duda a contemplarlo. Las azoteas cercanas están llenas de gente. En la nuestra, la gente comenta el hecho como si tal cosa. Una nube de vendedores ambulantes se ha colocado muy cerca de la acera del convento previendo que una gran muchedumbre desfilaría ante la popularísima iglesia mientras se quema. De esta manera, una parte de los madrileños ha podido contemplar el espectáculo comiendo churros, buñuelos y esos helados que aquí se llaman polos. También se ofrecen cordones de zapatos, tres corbatas por una peseta, gomas para llevar bien sujeto el varillaje de los paraguas, matasuegras, romances de cordel, retratos de Galán y García Hernández y no sé cuántas cosas más.Es curioso realmente ver al pueblo de Madrid con un churro en la boca, los ojos llenos de curiosidad, una sonrisa de fiesta en la cara, mirando cómo sale la humareda del convento."

 

Cuando las llamas consumen la iglesia los pirómanos la emprenden con el cercano convento de las Mercedarias, en Cuatro Caminos.

Las monjas, que estaban en el interior, fueron rescatadas in extremis por algunos de los asistentes.

El Convento de los Carmelitas también es pasto de las llamas.

Más de Treinta conventos e iglesias fueron destruídas en esta jornada sólo en Madrid, a los que hay que sumar las quemas realizadas en otras ciudades españolas como Cádiz, Valencia, Málaga, Sevilla o Granada.

Ante esta situación, el gobierno opta por declarar el Estado de Guerra y la supresión de varios derechos civiles. Las fuerzas armadas toman la calle y controlan, finalmente y tras muchos esfuerzos, la situación.